Hace un año y un día exactamente
que me prometí a mí misma alejarme de mis tres peores vicios. Y hasta hoy,
lejos de la sombra de tus ojos, fue muy fácil y grato cumplirme a mí misma
dicha promesa. Sin embargo, haré un esfuerzo sobrehumano y esta noche, en tu
regazo, sucumbiré ante mis más fatales demonios: me fumaré entero el
blanquísimo humo del cigarrillo que juguetea con tu boca y, después, me ahogaré
dichosa en el vino de tu copa. Pero lo que es más importante, te digo que en
esta noche de perdición cometeré el peor de los pecados: volveré a abrirte de
par en par las puertas de esa utopía a la que los ilusos llaman, estúpidamente,
corazón… Es igual, ¿sabes? Ya me tomaré yo otro año y otro día más para recoger los
pedazos de este sueño, convertirte en poesía y volverte a vivir.
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